Lancaster Williams: La primera pregunta es
obligada. ¿Es mi historia la historia de Pablo Guerra?
Pablo Guerra: En absoluto.
Tú eres la viva imagen de Pablo, pero también de José Manuel, de Laura, de Juan
Carlos, de Rocío, de César, y de cientos de arqueólogos que cada día se
plantean qué hacer con sus vidas.
LW: ¿Cómo es que te dio por eso de escribir una
novela?
PG: La verdad es que nunca
pensé que pudiese hacerlo… Los arqueólogos estamos acostumbrados a publicar,
pero artículos especializados. Un buen día me puse a escribir. Después de tres
meses llevaba ya doscientas páginas…
LW: ¿Te ha sido complicado desarrollar la historia?
PG: Para nada. He tenido y
sigo teniendo la inmensa suerte de contar con excepcionales compañeros de
sector, arqueólogos y arqueólogas que me han ido contando sus aventuras y
desventuras. Yo sólo he tenido que darle orden.
LW: ¿Qué esperas que encuentre el lector en mi
historia?
PG: Sinceramente, espero
que cualquiera que lea el libro se identifique con alguno de los personajes.
Estoy seguro de que los arqueólogos sabrán de lo que hablo, y los que no son
arqueólogos empezarán a comprender cuál es nuestro verdadero papel en la
sociedad.
LW: ¿Quién es el malo de esta historia?
PG: No hay un enemigo
concreto. Yo creo que el verdadero perverso somos nosotros mismos. Es vital
mejorar la sensibilidad social sobre nuestro Patrimonio Cultural. Consiguiendo
eso, habremos recorrido la mitad del camino.
LW: Entonces parece que mi historia tiende a ser
moralista. ¿No será pesada para el lector?
PG: Ciertamente, no lo
creo. Es una novela, con su introducción, su cuerpo y su desenlace. Los
personajes entran y salen, se relacionan y generan un hilo conductor. Además,
creo que lo mejor del libro es el desenlace. El lector se puede esperar lo
peor, pero no sabe cómo…Yo creo que no será pesada, aunque nunca se sabe.
LW: ¿Por qué lo has llamado El Hallazgo?
PG: Por varias razones.
Primero, porque es un título que creo que llama a la lectura. Segundo, porque
es una de las palabras más bonitas del vocabulario de un arqueólogo. Y tercero,
porque en la novela juega un papel primordial. Y no diré más…
LW: ¿Alguna recomendación previa a la lectura?
PG: Sí, que se lean el
Capítulo 18 de El Futuro de la Arqueología…
LW: ¿Qué hay realmente de ficticio y qué hay de
real en mi vida?
PG: Eso tendrá que
averiguarlo el lector…
LW: En el blog, en tu biografía nos dices que desde
pequeño siempre quisiste ser arqueólogo. ¿Qué hay de cierto en la
vocacionalidad de los arqueólogos?
PG: Imagino que lo mismo
que en otras profesiones. De todas formas, dedicarse a la arqueología conlleva
muchas dificultades. No es una profesión técnica, ni sanitaria. Es una carrera
basada en las Humanidades, que no lo olvide nadie. Es una profesión llena de
sacrificios, de sueldos más bien bajos y de una constante formación
profesional. Hay que leer mucho. A mucha gente le gusta la historia, pero esto
es diferente. Te puede gustar mucho una comida, pero para la arqueología hay
que rebañar el plato.
LW: No estás animando mucho a los futuros
arqueólogos.
PG: No les voy a contar
mentiras. La realidad es que es un sector que, o cambia pronto, o desaparece…
LW: Por último, en la historia yo mismo menciono a
muchos arqueólogos famosos. ¿Tú te quedarías con alguno, como modelo a seguir?
PG: Con franqueza, no.
Cada uno ha desarrollado su carrera en países diferentes, en momentos distintos
y con recursos dispares. Cada uno ha aportado algo, y aunque no estemos de
acuerdo con los resultados, hay que respetarlos. Y con los arqueólogos
actuales, pienso exactamente lo mismo.
LW: Entonces, ¿no hay ningún arqueólogo que te haya
inspirado más que otros?
PG: Si tuviese que
inspirarme en uno en concreto, me quedaría con Lancaster Williams.
LW: ¿Puedo esperar de ti una segunda parte de mi
vida?
PG: Eso depende de lo que
le guste a la gente la primera parte de ella…